Diario
de una cocinera en ultramar
Todos
nosotros ayudábamos a cargar las provisiones al barco, mientras
Magallanes observaba que todo estuviera bien.
Estaba muy emocionada y a la vez asustada pues no sabía qué se escondía detrás de tanta agua.
Estaba muy emocionada y a la vez asustada pues no sabía qué se escondía detrás de tanta agua.
Ya
era hora de abordar el barco, saludé a mi familia hasta que subí y
vi como se hacían pequeños mientras el barco se alejaba.
Habían
pasado ya tres meses y las provisiones eran pocas. A Magallanes se lo
veía frustrado ya que tierra no aparecía por ningún lado.
Yo
era la encargada de la cocina y en ese momento no sabía qué hacer,
las pocas cosas quedaban en la despensa estaban podridas y no tuve
más remedio que seguir las órdenes de no desperdiciar ni un gramo
de alimento, tuve que cocinar eso.
De
la cocina veía las caras de los navegantes que miraban con horror mi
comida. Mientras miraba, uno de ellos que se hizo muy buen amigo mío
se paro en la entrada y me dijo:
-Aunque preparaste esto con andá a saber qué inmundicia, lo haces saber delicioso.
-Gracias.
- Pronto llegaremos a tierra y podrás conseguir ingredientes frescos para cocinar.
- Eso espero, si no moriremos de hambre.
-Aunque preparaste esto con andá a saber qué inmundicia, lo haces saber delicioso.
-Gracias.
- Pronto llegaremos a tierra y podrás conseguir ingredientes frescos para cocinar.
- Eso espero, si no moriremos de hambre.
En mi calendario iba marcando los meses en el mar, por mi parte la esperanza se había desvanecido al igual que le pasaba a la mayor parte de la tripulación. Era casi medio día cuando sentí a Elcano, gran amigo de Magallanes, gritar las palabras más bellas del mundo: “Tierra, Tierra”.
Todo
el mundo se dirigió hacia él y trataba de observar por donde la
había visto. Todo el mundo se puso a reír y a abrazarse, y se
decían unos a otros que estaban salvados.
Al
llegar a la costa quedamos asombrados al ver hombres y mujeres
convivir medio desnudos. Magallanes fue el primero en descender del
barco, con un arma, y les preguntó a los hombres si sabían hablar
español. Aquellos hombres se hablaban entre sí en un idioma
extraño.
Cuando
bajé del barco la primera tarea que tenía que cumplir era la de
buscar alimento. Iba acompañada por una joven que me ayudaba en la
cocina, quedamos sorprendidas por la variedad de frutos que probamos.
Estuvimos
dos semanas más o menos allí, hasta que llegó la hora de zarpar.
Había
pasado ya casi un mes desde que nos fuimos de aquel maravilloso
lugar, todo el mundo seguía hablando de él como de algo
sorprendente.
Una
tarde, un navegante que venía con nosotros fue a la cocina muy
serio, se acercó a mi oído y me dijo:
- Ven conmigo, necesito ayuda.
- Ven conmigo, necesito ayuda.
Así
de misterioso, lo seguí. Él me llevó a la habitación de
Magallanes, que parecía muy enfermo.
-Tú sabes un poco de enfermería ¿no? -preguntó Elcano.
-Sí.
-¿Qué puedes hacer?
-Tú sabes un poco de enfermería ¿no? -preguntó Elcano.
-Sí.
-¿Qué puedes hacer?
Le
toqué la frente y noté que estaba hirviendo. En su mano tenía unas
ronchas muy extrañas que había visto en España a un niño que fue
picado por una araña, pero él tenía muchas picaduras.
- ¿Cómo te hiciste esto? -le pregunté.
- No lo sé -dijo con voz débil.
- ¿Cómo te hiciste esto? -le pregunté.
- No lo sé -dijo con voz débil.
Pasó
una semana y no había señal de Magallanes, hasta que Elcano
organizó una reunión en donde nos dijo que no había sobrevivido y
que él seguiría al frente del viaje.
Pasaron
los meses y el alimento escaseaba otra vez. Muchos navegantes
murieron por la falta de comida, incluso la joven que cocinaba
conmigo.
Al
empezar el viaje éramos 28 personas, ahora somos 16.
Elcano,
a lo lejos, vio tierra. Estamos a salvo, dijimos todos.
Y
así fue que nosotros hicimos el descubrimiento más grande,
desmentimos la creencias sobre la forma de la tierra y la dimos
vuelta.
Alejandra
Aguiar y Mónica Felartigas (2do. 5 - Vesp-
en taller de Historia, supervisado por el docente Manuel Porta)
en taller de Historia, supervisado por el docente Manuel Porta)
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